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Centelleo

No envejecemos, tan sólo duele distinto el amor.
Delmira Agustini

Esas formas que silenciosamente custodian los susurros.
Bernard Berenson

 

Digamos que el tiempo de los sentimientos y las emociones (aquello que circula y se manifiesta desde el mundo interno, como solía decirse) no se parece ni coincide del todo con el tempus physicus,  ese mero transcurrir, mecánico e infatuo.
Son dos ríos recónditos, uno atendible en la caducidad de las formas vivas –el palidecer de una rosa, el estertor de un insecto, los graduales frunces de un bello rostro, sus plateadas sienes-. Pero aquel fuego acaso secreto, reino de Psyché, exhibe otras edades, distintos deslices.
Fue tarea de filósofos y poetas hurgar en las coincidencias y paralelismos entre estos gemelos. ¿Cómo incide el alma en el pulso de las horas?
La artista Verónica Gómez extiende su índice, indiscreto pincel, en esta comarca de misterio donde una niña resulta anciana, donde las pinturas amadas –esa privativa línea que acaricia y continúa imágenes de Gómez Cornet, el nabí Vuillard, Emilia Gutiérrez, el aire tenso de las flores- desmienten las sospechas acumuladas y ejercitan el mayestático plural con pigmentos y objetos.
De los rapsodas griegos aprendimos “los ojos se marchitan, jamás la mirada”.
¿Qué presente nos pertenece, cuál nos conduce?
Tan sólo el arte, dueño del insondable pulso, puede deslizarnos las pistas necesarias sobre aquellas obras del mundo que no necesitan título, porque no pertenecen a este tiempo, ni a ninguno que pueda aplacarse.

 

Nicasio Verne
Montevideo, primavera
2013 DC