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Por las ramas

7 merodeos por la obra de Camilo Guinot.

I
“Si me pongo camisa no puedo trabajar, no produzco” – Camilo llega concienzudamente a la conclusión. La producción de pelusa de ombligo es una actividad sumamente delicada. Por sobre todo, requiere de una ajustadísima y perspicaz elección de los materiales que entrarán en fricción. Un material muy noble, de fino tejido, será inferior a una remera comprada en Once por $ 13,99. Aquí, como suele pasar, menos es más.

II
Poda Municipal en Mercedes. Lo que para la ciudad significaba menos ramas en los árboles y un residuo de montañas vegetales que habría que esquivar en las veredas, para Camilo de 6 años era la oportunidad de transformar su casa en un bosque, acaparando lo que para otros era desecho. Como en el maravilloso relato de Maurice Sendak, Donde Viven los Monstruos, la fuga de la casa se produce paradójicamente in situ al devenir el dormitorio en bosque. La fuga empieza por casa.

III
Taller de Camilo. Al lado de la caja de fósforos Tres Patitos crece una flor construida más que con fósforos con infinita paciencia. La cosa iba a ser un cono. Pero el ínfimo desnivel que provoca la cima redondeada del fósforo se acumula y resultan desvíos y deslices, un diminuto intersticio multiplicándose exponencialmente. Ese espacio vacío entre los fósforos no tiene una forma que interese pero tiene el poder de torcer el destino de la forma protagónica, del lleno. Así aparecen nervaduras y sub-nervaduras. El objetivo entonces se da a la fuga y la tarea se aprecia infinita, sin puerto. Ya no queda tan claro hacia donde se dirige la voluntad que ha dejado de ser humana para convertirse en voluntad de fósforo, pura voluntad material. La flor se estira despareja, como un vómito o una explosión, un fuego cuya materia constitutiva es aquello que lo provoca aunque en estado de latencia, diríase que peligrosa: bastaría una decisión radical y un par de segundos para encender un fósforo y por contagio toda la estructura se vería envuelta en llamas. Corrijo: si digo vómito pensarán en algo asqueroso y no quiero darles una idea errónea. La cosa es bella, sensual, coronada aquí y allá por las menudas perlitas rosa Dior que son las cabezas de los fósforos. Una epidermis que por rústica no deja de ser suave y voluptuosa. Me pregunto si Camilo habrá tenido esta misma sensación años atrás, mientras calcaba los lunares de la espalda de su novia. Me pregunto también, si en el defasaje temporal entre este texto y la inauguración de la muestra, la flor explosiva se habrá transformado en cualquier otra cosa que echará por tierra todo lo que acabo de decir. No me hago responsable de lo que suceda en los intersticios. Soy conciente de que un vacío para Camilo es equivalente a un cheque en blanco: puede ser llenado por una abultada cifra de posibilidades.

IV
Provincia de Santa Fé, septiembre de 2010. Al pueblo de San Javier llegó un bicho. El camalote intergaláctico aterrizó en el río. Su cuerpo está hecho de ramas agudas de otro planeta y su esqueleto sigue las leyes de una matemática misteriosa. Tal vez, como en Los Tommyknockers de Stephen King, donde una nave enterrada en el bosque albergaba seres extraordinarios en estado de hibernación, esta presencia insoslayable y totémica irrumpiendo en el paisaje trastorne paulatinamente a los pobladores. El extranjero vino para quedarse. Y ya nada será como antes.

V
Hangares domésticos devoran aviones de papel. La casa es un laboratorio donde se ensayan situaciones que a escala real implicarían un despliegue tecnológico descomunal. En una especie de land art casero se puede suprimir un complejo entero de edificios con sólo pegar pedacitos de cintas de papel en la ventana obstruyendo la visión. No es lo que se sabe sino lo que se ve. El tamaño lo dicta la lejanía. Y la lejanía te vuelve poderoso transformando en maqueta lo real.

VI
Camilo hurga en alacenas y bibliotecas, las vacía y reubica su contenido. El criterio es la similitud de forma. Todo lo redondo se atrae mutuamente. Objeto busca objeto. Un batallón de platos bajando las escaleras. Un contingente de libros acostados en el piso.

VII
Adivinar figuras en las manchas de humedad de la pared o entretenerse realizando asociaciones morfológicas caprichosas en la oscuridad del dormitorio- un abrigo y un paraguas colgados de un perchero se transforman en un jorobado asesino- son tareas habituales en los niños…y en los no tan niños. Hay una delgadísima línea que deberemos cruzar para que el milagro de la metamorfosis tenga lugar. Y esa línea sólo se cruza con fe. Una vez convertidos al animismo no cabrá duda alguna de que una empanada gigante rodeada de 5 empanadas más pequeñas sobre un mantel a cuadros en el piso es una perra alimentando a sus crías.

Epílogo
Quise incluir en este texto divagues, derroteros, ensayos y acciones de Camilo Guinot que no forman necesariamente parte de la muestra pero integran el corpus de su obra. Quizás porque es difícil practicar el recorte en una obra que es un organismo, que respira y late, come y suda y se enamora en distintas escalas y materiales. Una obra que es una forma poética de andar por la vida. La imagen del árbol, de la que los neurólogos se valen también como metáfora del funcionamiento del cerebro, resulta exacta y abarcativa para abordar la obra de Camilo: raíces profundas que se hunden en la tierra para extraer su alimento, un tronco ascendente seguido por un estallido de ramas que se bifurcan repetidas veces hasta configurar un follaje. Un árbol mutando al son de las estaciones, desde la desnudez invernal que deja la estructura al descubierto hasta el verano frondoso que da sombra, cobija y oculta otras vidas en su interior. Las raíces, como las ramas, son líneas complejas por su carácter multitudinario, por sus desvíos impredecibles moldeados por el contexto siempre cambiante. El tronco que las une es una línea simple y solitaria, un camino sólido que gana altura y espesor con el paso del tiempo.

Verónica Gómez
Septiembre de 2011